Reseña de MARIO ABEL AMAYA

El relato biográfico de alguien que sacrificó su vida por sus convicciones enfrenta el difícil desafío de hacerle justicia, de no dejarse atrapar por el encanto de una trayectoria que, en la melancolía de la retrospección aparece única y heroica. El retrato que nos ofrece Jaime Rosemberg logra eludir ese fácil camino y cuenta la historia de un hombre cuyo principal potencial estuvo radicado en la solidez de sus ideas: desde su infancia en las poco amables –especialmente para su salud, asediada por el asma– tierras de la Patagonia, su formación universitaria en una Córdoba en ebullición, su temprano acercamiento al líder de la UCR, Raúl Alfonsín; su perfil idealista en el ejercicio de la profesión de abogado, especialmente dedicado a la defensa de presos políticos de cualquier alineación; su paso por la cámara de diputados, hasta sus últimos días detenido y torturado hasta el límite de sus jaqueadas capacidades físicas. Estas páginas recorren –mediante el testimonio de sus familiares, amigos (de distintas filiaciones partidarias e ideológicas), compañeros de militancia– los trabajos y los días de Mario Abel Amaya, “el petiso” cuya figura, al final del texto emerge gigante para ocupar un justo lugar en la memoria de los argentinos.

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