Reseña de LELOIR. UNA MENTE BRILLANTE.

En 1970 la mayoría de los argentinos se asombraron por el otorgamiento del Premio Nobel a un desconocido: Luis Federico Leloir. Su trabajo, oscuro y en condiciones menos que favorables, pasó desapercibido hasta ese momento y aún hoy su contribución a la ciencia bioquímica no es lo suficientemente valorada en su país. Para enmendar este déficit, Alejandro C. Paladini, testigo invalorable que acompañó a Leloir en sus trabajos iniciales en el Instituto de Investigaciones Bioquímicas y, a la vez, su primer discípulo, se propone narrar, con emoción y objetividad, la trayectoria científica y humana de un hombre que, sin dudas, se erige como una de las cimas de la ciencia argentina. A los 26 años, flamante médico pero decidido a volcarse a la investigación bioquímica, comenzó a trabajar bajo la supervisión de Bernardo Houssay, quien dirigió su tesis doctoral, en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires. Tras una estadía en el Laboratorio Bioquímico de Cambridge, Inglaterra, regresó a la Argentina, donde se reencontró con Houssay en el Instituto de Biología y Medicina Experimental. Ya como Director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas de la Fundación Campomar, realizó sus investigaciones más importantes, que culminaron con la obtención del Premio Nobel por el descubrimiento de los nucleótidos azúcares y su función en la biosíntesis de carbohidratos. Intuición y rigor. Tal vez a estas dos palabras, las más justas para describir la labor científica de Luis Federico Leloir, deberíamos añadirles otras dos, humildad y humor, para lograr una visión más certera de la personalidad del segundo Premio Nobel científico argentino.