Reseña de LOS SABERES DEL ODISEO

El mundo que nos rodea está poblado de objetos que nosotros mismos hemos creado, productos de una cultura técnica que hunde sus raíces en la misma historia humana. Para muchos, este mundo es expresión de una forma de dominio que se impone a través del ejercicio de la razón instrumental. Técnica y fines se excluyen; el hombre está abocado a enfrentarse a su técnica. ¿No contribuye la técnica, sin embargo, a configurar un espacio de libertad, a sustentar la posibilidad de que los fines crezcan al interior de las competencias y las capacidades de acción a las que los seres humanos tienen acceso? Las demandas normativas que gobiernan el espacio de nuestras técnicas exceden una imagen simplificada de la articulación medios-fines; si hay demandas racionales genuinas en el ámbito técnico, éstas se expresan tanto en la dimensión de logro humano que supone el éxito práctico como en la dimensión de aprovechamiento de oportunidades. La cultura técnica se sustenta sobre un conjunto de saberes que indican la comprensión de las condiciones de éxito de nuestras acciones y que ayudan a detectar las posibilidades que se abren ante nosotros para diseñar nuevos artefactos y dar vida a nuevos propósitos. Odiseo es la figura más representativa de estos saberes; Odiseo, el de los muchos recursos, es capaz de hacer frente a la polimorfía del espacio marino, capaz de imaginar nuevos artilugios, artimañas, ardides que salen al paso de un mundo siempre cambiante. Es el depositario de saberes que le permiten desplegar su astucia, detectar y aprovechar los recursos que la situación pone a su alcance, trazar planes. El ingenio del astuto engendra novedades a partir de las oportunidades reales que tanto sus competencias prácticas como sus recursos le hacen ver. Nuestra cultura técnica es obra de los saberes de Odiseo.